El experto José María Martínez-Val considera el tiempo como clave para “hacer rendir los recursos”

Santander.- El tiempo es misceláneo, un tema familiar y a la vez complejo. La referencia objetiva e inexorable en la que se desenvuelve el mundo físico; y es a la vez nuestra apreciación subjetiva del fluir de lo que nos acontece. Y cómo la vida son dos días, es vital saber aprovecharlo. José María Martínez-Val, el presidente de la sección de Ingeniería de la Real Academia de Doctores de España, ha reflexionado sobre “el arte de hacer rendir los recursos” en El Tiempo, en dos días: necesidad y ventajas de optimizar el tiempo.

El también patrono director de la Fundación para el Fomento de la Innovación Industrial (F2I2) es codirector del encuentro, que se celebrará esta semana en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), junto a Ignacio Buqueras, presidente de la sección de Humanidades de la Real Academia de Doctores de España. Durante las dos jornadas programadas se intentará racionalizar el calendario y el horario como medio para ser capaces de optimizar “nuestro tiempo”.


Para ello, Martínez-Val ha empezado con un análisis sobre qué es el tiempo y qué es optimizar para lo que, primeramente, hay que “creer en el futuro”. En su vertiente física (la medición del tiempo) ha existido “siempre en nuestro universo”, aunque la velocidad de cambio del mismo “ha variado enormemente desde que ocurrió el Big Bang”. La noción del tiempo que posee hoy en día el ser humano se debe a “fenómenos repetitivos, generalmente armónicos de frecuencia bastante estable” sin los cuales “nuestro sentido del tiempo sería borroso, o no sería”, ha afirmado.


En concreto, se ha referido al año solar y mes lunar: bases astronómicas del calendario y de la medida del tiempo. Y es que “el año es un parámetro solar, como las estaciones, refrendado por las constelaciones no circumpolares, al igual que el día, que es también un hecho solar”. Sin embargo, el mes y la semana “son de contaje lunar”. Una medida que el ser humano llevó a cabo “cuando se civilizó, es decir, se asentó en ciudades o al menos agrupó ordenadamente las tribus nómadas”, ha explicado.


Entre estas dos opciones, una agrícola sedentaria, la otra trashumante, apareció una divergencia sustancial para contar el tiempo porque “para la agricultura, las estaciones anuales eran lo sustancial”. Mientras, para los nómadas, aparte del día elemental (unidad indiscutible hija de la rotación terrestre), era “fundamental el mes lunar, como cronómetro de sus desplazamientos”, ha señalado.


Tras siglos de evolución y racionalización del tiempo, el ser humano está adaptado fisiológicamente “al día, la noche, las horas, a los cambios de luz-oscuridad y los ciclos de actividad-descanso”. Según Martínez-Val, ya hacia el 2500 a.C., en plena eclosión de la Edad de Bronce en Sumeria, “la organización ciudadana exigía que los críos y adolescentes fueran a la escuela, pues empezaba a ser imprescindible leer y escribir, y otras técnicas de los escribas, como repartir y dividir los horarios. Un problema desde hace más de cinco mil años”.


En la civilización actual, ya está delimitada la tiranía del reloj: “la medida para optimizar nuestros esfuerzos y nuestros resultados, el arte de hacer rendir los recursos”. Una optimización “del polifacético Mr. Time” en sus múltiples categorías como el tiempo biológico, “tanto de plazo micro, a veces acuciante, como de plazo largo, relacionado con el crecimiento, la juventud, la madurez”; el tiempo mental, o psicológico, “muy subjetivo, seguramente con una fuerte raíz psicosomática, que igual se nos hace eterno o se nos escapa de las manos. Incluye la faceta proustiana de ir a la búsqueda del tiempo perdido”; o el tiempo socio-económico, “del cual nuestra pretensión es racionalizarlo y optimizarlo, por lo cual tendremos que hablar de recursos y resultados”.


Tras este análisis sobre el tiempo en sus diferentes vertientes, el presidente de la sección de Ingeniería de la Real Academia de Doctores de España ha indicado algunas herramientas para optimizar los recursos con el objetivo de alcanzar mejores resultados en el ámbito personal o corporativo. A su juicio, un claro ejemplo de una buena gestión de recursos fue la creación de los Estados Unidos: “Los sucesivos gobiernos de USA, y no menos su Congreso, han sido desde el principio muy proactivos en generar recursos nacionales, o ayudar a descubrirlos, y propiciar su explotación”.


Entre otras, ha destacado la figura del primer secretario del Tesoro de EE.UU, Alexander Hamilton: “un self-made man con una gran capacidad de trabajo, visión de futuro y belicosidad, ya que murió en un duelo”, quien gestionó la política económica norteamericana, y que apoyó firmemente la intervención gubernamental en favor de la industria y el comercio nacionales. Hamilton se oponía a los postulados británicos del comercio libre, en favor del proteccionismo norteamericano.


Por otro lado, y de regreso al presente, optimizar el tiempo en un entorno cada vez más complejo está muy relacionado con la productividad pero los estados “no aciertan a crear las condiciones requeridas, con los medios actuales, para al menos mantener la población general, y la activa”. Con esto se ha referido a los bajos índices de natalidad y al valor político de esta porque sin crecimiento no existe optimización de los recursos. “El factor crítico de la catástrofe será la población autóctona, que en la mayoría de los países occidentales decae rápidamente”, ha lamentado.

 

Fotografía: UIMP 2017 | Esteban Cobo