Francisco J. Rubia: “Aunque solemos asociar la espiritualidad con la religión, no siempre es correcto”

Santander.- Francisco José Rubia, catedrático Emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro El cerebro espiritual, ha aventurado varias hipótesis, “hacia una visión integradora”, sobre el surgimiento de la espiritualidad y la religión en el ser humano en la VII Escuela de Psiquiatría y Ciencias de la Conducta «Carlos Castilla del Pino». La Evolución: la construcción de organismos, mentes y sistemas sociales.

Rubia ha expresado que asociar “la espiritualidad con la religión, no es siempre correcto”, porque “si bien es cierto que no se entiende una religión sin espiritualidad, la espiritualidad puede perfectamente existir sin religión”. Una idea que defiende en su libro El cerebro espiritual y que prueban corrientes filosóficas como el budismo o el taoísmo. “La espiritualidad es un término más amplio: Un sentimiento o impresión subjetiva de alegría extraordinaria, de atemporalidad y de acceder a una segunda realidad que es experimentada más vívida e intensamente que la realidad cotidiana, y que está producida por la hiperactividad de estructuras del cerebro emocional”, ha señalado.


El experto ha enumerado diversas fuentes y autores para argumentar su hipótesis de que “la espiritualidad es innata pero la religión no”, debido a “una predisposición genética para la primera, pero no para la segunda”. Por ejemplo, varios autores han planteado la cuestión del origen de la religión desde “el punto de vista evolutivo y lo consideran una enjuta”, un “efecto colateral de otros fenómenos” cerebrales y que no está determinado por uno en particular.


Michael Winkelman, considerado como uno de los mayores especialistas en chamanismo, dice que “las prácticas del chamán son procedimientos rituales institucionalizados que implican un impulso humano básico para alterar la consciencia”. Esta alteración, trance o éxtasis, ha explicado Rubia, se puede producir de forma activa, mediante el aumento de la excitación sensorial, o pasiva, a través de una reducción de la información sensorial como es la meditación.


Asimismo, el catedrático ha apuntado a un “tercer método” para producir estados alterados de la consciencia: la ingesta de sustancias enteógenas, palabra que significa etimológicamente dios generado dentro de nosotros. “La ingesta de estas sustancias, es incluso más antigua que la humanidad, ya que muchos animales antes de nuestra existencia las ingerían y el hombre ha copiado a los animales”, ha explicado. Entre otros se ha referido a los habitantes andinos, que imitaron a las llamas y comenzaron a mascar hojas de coca, desde épocas muy anteriores a la aparición del Imperio Inca.


Por otro lado, ha hecho hincapié en el libro El manjar de los dioses de Terence McKenna que llega “incluso a especular que el consumo de estas sustancias ha podido tener un efecto en el desarrollo de la mente humana y en la rápida reorganización de las capacidades de procesamiento de información del cerebro”. En concreto, el libro dice que “la acción de los alucinógenos, presentes en muchas plantas comunes, mejoró nuestra facultad de procesar la información o sensibilidad ambiental, por tanto, contribuyó a la repentina expansión del tamaño del cerebro humano”, ha citado Rubia en su ponencia. Para el experto, que el cerebro posea receptores para los cannabinoides es fruto de esta interacción ancestral entre el ser humano y los enteógenos, “algo descubierto no hace mucho tiempo”, ha señalado.


El razonamiento que ha seguido el profesor, está fundamentado en que “el surgimiento de la espiritualidad del ser humano estaría ligado a la activación de estructuras cerebrales que pertenecen al sistema límbico”. A su juicio, una activación que tuvo lugar “probablemente” de forma espontánea, “en los ensueños, copiando a animales que ingerían sustancia enteógenas, o mediante la activación de algunas estructuras del cerebro emocional, por sustancias como las endorfinas”.


Es decir, para Rubia la “hiperactivación” del sistema límbico genera “una especie de segunda realidad (trance) placentera, y por ello el ser humano la ha buscado a lo largo de la historia mediante diferentes técnicas”. Asimismo, ha insistido en que el cerebro emocional es “filogenéticamente hablando anterior a la corteza cerebral y, por tanto, previa a la capacidad racional del ser humano”.

Y aunque dice no quedarse satisfecho con estas explicaciones, el profesor no duda de que la ciencia seguirá avanzando en un campo, el del conocimiento humano, en el que “los místicos no han contribuido para nada. A fin de cuentas, sin cerebro difícilmente podríamos creer, pensar o disfrutar, y por eso, no entiendo cuando se dice que iremos al cielo a gozar, ya que, sin sistema límbico, no lo puedo comprender”.


A su juicio, que las experiencias espirituales se conviertan en religión, depende de la comunicación de aquellos que atraviesen estos trances, como hicieron Jesús, Moisés o Mahoma. “Todos los fundadores de religiones han atravesado estados de consciencia alterada” en los que juega un papel fundamental la “dopamina”. Este “éxtasis”, Rubio lo entiende como una “regresión”, en el sentido de vuelta a un estado más antiguo.


En este sentido, el catedrático ha explicado un proceso en el que “el pensamiento lógico y consciente se pierde y se vuelve a un estado onírico y emocional, una consciencia preverbal y arcaica. Para llegar a la plenitud del éxtasis, hay que olvidar el yo racional, el hemisferio izquierdo”. Y de ahí se deriva que “todos los místicos de todas las religiones hayan tenido dificultad para expresar con palabras sus experiencias espirituales”, ha explicado.

 

Fotografía: Esteban Cobo