Santander, 8 de julio de 2022-. El polifacético cocinero madrileño Sacha Hormaechea ha cambiado los fogones de ‘Botillería y Figón Sacha’ por las pizarras de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo para impartir una sesión teórico práctica en el taller ‘El lenguaje de la gastronomía: Expresión cultural antropológica y ambiental natural a través de la comida y el vino’.
Una propuesta formativa que se clausura hoy cuyo principal propósito es analizar cómo maridan platos y palabras a la hora de definir una cultura. “La cocina está ligada a la sociedad porque cuando una sociedad crece come de otra forma” argumenta Hormaechea. “En ese proceso pasamos a tener más días en los que comer no es solo alimentarse sino también una forma de vivir y de placer”.
Defensor del producto nacional y de todos los beneficios que genera el mestizaje culinario, Hormaechea recela de la ampulosidad del lenguaje de la cocina de vanguardia para quedarse con la cercanía de las recetas tradicionales. “Debemos tender a cocinar lo que nos emociona, lo que cuenta cómo somos” explica. “Aunque después introduzcamos mezclas y efectos, que todos los hacemos, esa cultura debe defender nuestras raíces”. Y lo explica con el fenómeno global que suponen actualmente las tapas. “A mí no me importa que las hagan mal fuera, sino que las hagamos mal aquí” concluye.
Este planteamiento es el que traslada con total naturalidad al lenguaje. Por eso no es de extrañar que detecte “cierto exceso de modernidad” en nuestro idioma. “Tendemos a acortar palabras y a socializar las que vienen de fuera” matiza. Lunch en lugar de almuerzo; sándwich para emparedado o burger para referirse a las hamburguesas. “El lenguaje que usamos se parece cada vez más a las instrucciones de un utensilio: es igual de frio”.
En ese sentido, apuesta por profundizar en el conocimiento de nuestro idioma como principal herramienta para mantenerlo vivo. “El hecho de que hayan desaparecido los diccionarios de las casas es grave” reflexiona el cocinero. “Es lo que tenemos que usar cuando nos aburrimos”.
Consciente de que la inmediatez es una de los rasgos que define nuestra cultura actual, Sacha Hormaechea aboga por las sobremesas largas, con tertulias en las que se mezclan acentos y se aprende escuchando. Una posición que no encaja demasiado bien con las prisas, ni con la moda de hacer fotos a todos los platos. “Yo no sé si lo hacemos por placer o por joder, pero creo que es un exceso” reflexiona sobre las fotografías culinarias que inundan las redes sociales. “Ahora bien, si a la gente le da más satisfacción hacer fotos que comer, pues me parece estupendo”.
Tras la intervención de Hormaechea y Rosa Tovar, el curso finaliza con una sesión teórica en la que Javier Infante, miembro de la Academia Madrileña de Gastronomía desde 2017 y director de la propuesta, planteará una aproximación teórica a los mecanismos de la vitivinicultura que permiten del mismo modo un conocimiento del medio natural y cultura de una región. También habrá una cata de vino.